A través del análisis iconográfico podemos observar que en el siglo décimo de nuestra era, Chichen Itza estaba dirigida por un rey todopoderoso quien se identificaba con el sol, continuando con esta característica tradición maya del período clásico. En el complejo del Gran Juego de Pelota, varias imágenes en bajo relieve muestran las ceremonias de acceso al poder de un gran sacerdote tras la muerte de su predecesor y nos indican su probable función al lado del rey, como segundo personaje del reino. Al mismo tiempo, la elite política-militar estaba representada por individuos acompañados por una serpiente erguida en forma de S. Los demás guerreros formaban un cuerpo colectivo con muchas responsabilidades, tanto políticas como religiosas. Este fue el contexto en el que se construyó y se adornó el Templo de los Tableros, cuya iconografía es el tema principal de este trabajo. Los tableros describen la formación de caballeros-tigres a cargo de una figura militar designada como Serpiente-Jaguar. Este último, que también figura esculpido en la laja que cubría el depósito enterrado en el templo superior, estaba asistido o controlado por otros personajes. El discurso iconográfico de los tableros anticipa el destino de los caballeros-tigres después de su gloriosa muerte, primero cuando acompañan el sol al amanecer y posteriormente cuando se transforman en aves. Este relato gráfico es comparable al destino de los guerreros aztecas tras su muerte si tenemos en cuenta los relatos de Sahagún y otros cronistas. Creencias similares debían ser usuales también en Teotihuacan como lo indica la frecuente asociación de la mariposa y del ave, a menudo combinados, con los guerreros. El Templo de los Tableros, sin duda demasiado pequeño para ser un telpochcalli (un colegio militar), era probablemente un lugar de reunión usado por guerreros, como lo sugieren su iconografía y su distintiva arquitectura que, dentro del mismo sitio, comparten con el Templo de los Guerreros.