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  • Las venas (todavía) abierta...
    Lindoberg da Silva Campos, Sebastiao

    Teología (Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires. Facultad de Teología), 04/2021, Letnik: 58, Številka: 134
    Journal Article

    En la Misa de los Quilombos, D. Helder Cámara y D. José María Pires denunciaban,a plenos pulmones, el genocidio humano ocurrido durante la esclavitud africana. Ellos estaban en la estela de un revisionismo histórico y reubicaban a la Iglesia, sobre todo a la latinoamericana, a un compromiso contemporáneo urgente.¿Cómo hablar de Dios a un pueblo víctima de la violencia propalada en su nombre?¿Cómo, después de una historia traumática, concebir nuevas formas de relaciónentre pueblos y etnias cuyo pasado está marcado por sangre, dolor y muerte?La esclavitud de los negros africanos en tierras americanas fue un negocio rentable.Sin embargo, durante años, la economía de las colonias europeas tuvo su fuerzamotriz basada en un genocidio humano sin precedentes. La esclavitud escribió unade las páginas más brutales de la historia de la humanidad y reveló el lado patológicodel hombre hacia su semejante, jugando por tierra el concepto de Deus caritasest. Si después del holocausto judío era necesario hablar de Dios de otra manera,es de preguntarse ¿cómo hablar de Dios a un pueblo que vivió en la piel el ladomás insano de ese contacto? El encuentro del europeo con los pueblos originariosy posteriormente con los africanos, a pesar de proporcionar al Viejo Continente ungiro antropológico, también marcó con dolor y sangre las vías de relación. La Misa de los Quilombos continúa presente con sus denuncias, desafíos y conquistas. El llamamiento a la concientización y reformulación de una práctica de vivencia humana más fraterna parece constituir el núcleo de una cuestión urgente. En un mundo marcado por la indiferencia humana, en la que la violencia gratuita parece ser el único medio de comunicación, revisar la historia y aprender con sus lecciones, aunque traumáticas, puede conducirnos a nuevas posibilidades de encuentro mutuo y fraterno. Como venas históricas abiertas que sangran y exhiben sus marcas, partimos para una reflexión para descubrir que las heridas tal vez nunca se curan, que la herencia cargada por los pueblos colonizados jamás se transforme, pero el «estar al lado», el reconocimiento y perdón por los errores es el camino más propicio para la consecución de nuevas y bellas veredas.