Es de todos sabido que Freud, al final de su vida, oponía dos esquemas de cosmovisión, la religiosa y la científica. La herramienta fundamental para saber acerca del «mundo real» se obtiene mediante el cálculo digitalizado. Nuestras computadoras personales, las de las universidades y las de los ejércitos del mundo entero son capaces de establecer correlaciones y hasta de formular predicciones sin que nadie se pare a pensar qué significan esos resultados, en medio de un diluvio de datos y metadatos que se acumulan hasta el infinito en una memoria universal, guardada para siempre en redes satelitales que copulan y se fecundan de manera obscena, sin cesar, en la tecnosfera, creando una nueva realidad para la especie humana, la del llamado «antropoceno», esta proclamada era geológica inédita de la Tierra en tanto y en cuanto ha sido transformada por la actividad humana. Fue Lacan, en 1970, quien denunció la falacia fundamental que gobierna la vida contemporánea con apenas diez palabras: «La ciencia es la ideología de la supresión del sujeto».