Para ello, la autora plantea los pequeños detalles que dibujan la forma y el fondo de una institución social, ética y moral con el potencial suficiente como para condicionar el desarrollo vital de sus integrantes, que compondrán una familia muy particular donde nada será lo que parece. Una conducta inflexible y obligada a continuar los estereotipos más retrógrados es lo que moldea el control parental que aniquila la creatividad de personajes como Aquilino (al cual su padre castiga por sus cómicas caricaturas). La autora perfila una obra con un lector implícito que conozca la psicología humana tanto como para percibir la caricatura del antihéroe de la narración, un personaje que queda retratado con tonos bufonescos y que acaba siendo víctima de sus propias trampas.