Pero Campra se decanta más bien por esa presencia enigmática del fantasma en tanto "funcionamiento silencioso de la Compañía" (p. 68, el énfasis es de la autora), a propósito del relato de Borges "La lotería en Babilonia", en cuyo origen Campra está siguiendo al propio Cortázar cuando explicita explicaciones terapéuticas o catárticas frente al miedo o las fobias que los fantasmas hacen emerger: "se generan en ciertos pavores ante lo inexplicable o inidentificable" (p. 74) y, recurriendo al clásico "Axolotl", pone el énfasis en la experiencia de lenguaje y el acto de narración al cual nos confronta al narrador y, por consiguiente, también al lector "en su permanente capacidad de perturbar nuestras certidumbres" (p. 75). Experiencia imposible de compartir, por lo menos hasta nuestros días" (p. 126); Campra advierte con gran pertinencia, para que su posible comunicación y narración sean durante la vigilia y el territorio de los sueños sea inaccesible hasta para el soñante, que solamente cuando ha despertado puede constatar el término de su estadio anterior. La extensión de esta reseña-comentario no me permite esbozar sus argumentos con prolijidad, solamente apuntar que depende, para Campra, del punto de vista y de la "telaraña" (p. 173) de hilos narrativos, de pistas y certitudes, para que, utilizando de nuevo la metáfora textil, insista en el "encaje" (p. 176) que el texto hace montar para hacer funcionar el desfase entre la experiencia onírica y su narración.