La Navidad en el trópico Como muchas otras creencias impuestas, era la víspera de Navidad en nuestra casa, de país tropical, donde no cantamos villancicos, ni cae nieve, ni señores gordos y viejos vestidos de rojo se encaraman en los techos a tirar regalos a las chimeneas: nuestra idea de chimenea habría hecho que los juguetes terminaran como parte de las brasas y cenizas de la cocina de leña que alguna vez vimos en casa de mi abuela. Yo siempre he sido de sueño pesado, mientras que mamá toda la vida ha padecido de un sueño ligero que la mantenía en vela y de mal humor al día siguiente; el motor de la refrigeradora la despertaba; incluso lo escuchaba a bastantes metros con paredes de por medio. Como en nuestro pueblo la costumbre de los ladrones era la de meterse por el techo y ella, acostumbrada a no dejarse quitar lo que con esfuerzo le había costado conseguir, como buena mujer abandonada con sus hijos, no dudó en cargar la escopeta, salir lo más callada al punto donde pudiera divisar en la oscuridad el techo y tirarle a la primera sombra que viera en movimiento sospechoso.