ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII, más de veinte millones de africanos llegaron esclavizados a distintas costas de las Americas, en un comercio de carne humana que supuso la mayor ofensa colectiva que ...haya sufrido jamás nuestra especie. Por razones obvias de cercanía geográfica, la inmensa mayoría de estos cautivos procedían de la costa occidental de África, desde las orillas del actual Senegal hasta la costa de Angola.1 Los comerciantes de esclavos tenían miedo de adentrarse en la jungla del corazón de África, que entonces les parecía un territorio desconocido e inhóspito. En otros términos: ¿qué importancia tiene la transmisión oral en un contexto tan hostil como el que les tocó a los africanos esclavizados? ¿Cuáles son los mecanismos por los que se ha operado la transmisión oral entre distintas generaciones de las comunidades afrolatinas? El valor y la fortaleza de la memoria oral de los esclavizados desafiaron con notable éxito obstáculos tales como el paso del tiempo, la mezcla de poblaciones étnicamente diferenciadas, el aislamiento social y cultural (los esclavos no tenían derecho a juntarse con otros esclavos, para evitar cualquier atisbo de rebelión)4 o la pérdida paulatina del idioma original. En efecto, en la oralidad primaria de la que ellos procedían, el idioma original interpreta un papel fundamental, si cabe más incluso que en la transmisión escrita, donde las traducciones y la permanencia de los textos escritos mantienen físicamente la «cadena de transmisión». Si nos atenemos a la definición que da el poeta Agustín García Calvo de la realidad, «la realidad es aquello de lo que se habla»,5 debemos pensar que, al perderse sus idiomas africanos, los esclavos estaban condenados a perder también la realidad, social y cultural que siempre habían expresado a través de esos idiomas, pues no sería posible seguir hablando de ella sin el código de comunicación que representa el idioma. Pero un idioma representa la visión del mundo, la cosmogonía y la idiosincrasia de la gente que lo habla. Hoy en día, únicamente a través de ese legado oral de los primeros esclavizados, compuesto por las más variadas expresiones de la oralidad ancestral africana (cantos, arrullos, cuentos, leyendas, mitos, epopeyas y proverbios), con la simple tipología y la temática de estos cuentos y leyendas, y con los residuos lingüísticos afro, se puede establecer de manera fidedigna la procedencia de las distintas comunidades de afrodescendientes, a pesar de la voluntad de los esclavistas de borrar las huellas de su memoria, mezclándolos continuamente.
De Diop se puede decir, parafraseando a Césaire: negro era y negro fue hasta el final. Mientras asistía al actual instituto Lamine Guéye vivió junto a su madre en el barrio popular de la Medina, ...exactamente en la esquina de las calles 7 y 16. El hecho no pasó de ahí, pero muestra las raíces tempranas de las ideas de Cheikh Anta Diop, además de su interés por la investigación científica. En 1960, con su humildad habitual, él mismo relativizar el alcance de estas propuestas: «Mis investigaciones datan del tercer curso en el liceo Van Vollenhoven de Dakar. En aquella época terminé por crear un alfabeto con caracteres especiales que remití a Cissé Ndiarméw, del comité CFA de Dakar (1944). M. Cissé lo había aceptado con cierto sentido paternal porque estaba seguro de que el resultado llegaría al final de estas investigaciones... ... Pero el texto estaba ya redactado con anterioridad, en 1954, aunque entonces había tenido que renunciar a la defensa de su tesis: sus ideas chocan frontalmente con el mundo académico dominante y el carácter multidisciplinar de su investigación dificulta la constitución del tribunal. No obstante, su trabajo se publica en París rápidamente, en 1954, con el título Nations nègres et culture, en Presence Africaine, la editorial fundada por Alioune Diop siete años antes. También, el Instituto de Investigación donde Cheikh Anta Diop instaló un laboratorio de carbono 14 -el Instituto Fundamental del África Negra (IFAN)- y, asimismo, la más larga avenida de Dakar, la antigua ruta de Ouakam que pasa justo por la universidad. Con ello devolverá a África la estima demostrando que la civilización que se ha construido a lo largo de miles de años no solo está en el origen, sino también en el centro de toda la evolución humana. Pero no se trata de un delirio individual ni de afirmaciones infundadas: Al final de las jornadas sus tesis terminan por
Rubén Darío y el desastre del 98 Jara, Carlos Burgos
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El diario argentino La Nación lo ha enviado para dar cuenta de las consecuencias de la guerra en la capital española. «Todo está roto en este desventurado país», decía el diario El Correo de Madrid, ...mientras que la popular figura de Emilia Pardo Bazán, en sus textos literarios e intervenciones públicas, acusaba a los españoles de seguir anclados en los moldes del pasado.1 La guerra del 98 agudizó dos problemas que marcarían a la España del siglo xx: los nacionalismos regionales (que culpaban de la derrota y la crisis económica al gobierno central) y la creencia en la necesidad de una mano dura para poner orden en un país caótico e ingobernable. La misma idea de una América «latina» partía justamente de una demanda francesa hacia las naciones americanas por trascender el estrecho espacio de lo español y abrazar una zona más amplia de influencia, cuya capital era París. La fórmula del buen Ariel frente al bestial Caliban, que haría una larga carrera en el imaginario político latinoamericano (invirtiendo sus roles con el tiempo), es planteada por Darío como un punto de partida para analizar la guerra del 98. Darío habla de un «atraso» español, de una educación estancada, de una literatura enmohecida, de un país que no ha hecho nada por destruir aquella barrera que «ha deformado el cuerpo nacional», una muralla que lo aísla y condena a no ser capaz de abrirse al «progreso mental» del mundo (2017, pp. 14-15). Clarín llegó a acusarlo de cursi y de tener en la cabeza una indigestión cerebral de lecturas francesas.
Luces y sombras en América Herrera, Clara
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En Francia se dedica al comercio; su socio y protector, el cortesano florentino Mateo Delbene, lo anima a escribir las memorias de sus correrías. En 1995 se edita en español como Viaje y descripción ...de las Indias 1539-1553, por la Biblioteca Nacional de Venezuela y la Fundación Banco Venezolano de Crédito, a cargo de José Rafael Lovera, profesor en la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, quien sostiene que, para 1569, estaría «redactada la relación, un escrito personal, no público, dedicado y dirigido a su amigo y protector y a su círculo íntimo» (p. 233). Las alusiones de Cey al «Infierno» de Dante son explícitas: al final de su viaje, en Santa Marta, llega a un embarcadero que describe como el «propio infierno» (p. 222) y luego a un río, cuyas aguas de color ceniza, siempre turbias y azufradas, le dan la impresión de haber llegado al infierno dantesco: «Dichas aguas son de mal olor, con cierta espuma, así que me pareció propiamente entrar en la laguna de Estigia, con todos esos indios desnudos, pintados, remando de pie, medio cabezudos que parecían diablos, y nosotros las almas que llevasen al tormento» (p. 223). Este sacerdote narra que el cacique Hatuey, al ser instruido de que si creía en la fe cristiana se iría al cielo, dijo que «no quería él ir allá, sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente» («De la isla de Cuba»).
Si miramos historias clásicas de literatura hispanoamericana publicadas en el siglo xx, como la de Enrique Anderson Imbert o Raimundo Lazo, o las neoclásicas de Giuseppe Bellini o José Miguel Oviedo, ...uno se hace a la idea de que en el siglo XVI, en los territorios conquistados, las mujeres no escribieron poemas o no hicieron algo con entidad suficiente para ser mencionadas, tout court. Y únicamente a esta Amarilis menciona la gran Jean Franco, en su ya clásico An Introduction to Spanish-Amerlean Literature, y lo hace para senalarla como ejemplo de que una parte de los literatos de la época «estaban ansiosos por obtener la aprobación y el reconocimiento de las principales celebridades españolas». Sabemos de la famosa cacica llamada Anacaona, mencionada ya en la Historia de la literatura hispanoamericana de Anderson Imbert, quien la llamó «primera poetisa americana de la que sepamos algo».1 De Anacaona dan noticias los cronistas Gonzalo Fernández de Oviedo,2 Pedro Mártir de Anglería3 y el mismo Bartolomé de las Casas.4 A través de ellos recibimos la idea de una personalidad sobresaliente que pudo haber compuesto areitos, como gobernante que llegó a ser.5 Del mismo modo conocemos de la existencia en el mundo náhuatl de la famosa señora de Tula, que, según el cronista indígena Fernando de Alvar, «era en la poesía muy aventajada»; de Axoloua, señora de Cohuatlichan, mencionada por el cronista Domingo Chimalpain; de Macuilxoxhitzin, a quien Miguel León Portilla incluyó en su canónico Trece poetas del mundo azteca', y así es como gozamos del justamente famoso Canto de las mujeres de Chalco, un largo poema erótico anónimo, que nos remite a voces poéticas femeninas aunque haya sido transcrito por Aquiauhtzin de Ayapanco.6 La poesía española que emergió tras la invasión fue trasvasada desde el gran acervo de la tradición europea, especialmente la castellana y la italiana, impermeable a la presencia aborigen y sus lenguas. Sin ser autora ni tener representación, la mujer no fue una prioridad para la investigación archivística.
Las marcas de España en París Jara, Carlos Burgos
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Es una lengua, dice Sarmiento, que los franceses encuentran inmanejable para la expresión de las ideas. Lo que a Sarmiento debió sorprenderle en realidad fue algo que él probablemente no vio venir: ...tener que tomar conciencia, una vez en París, del irremediable lazo que lo ataba a España en la mirada francesa, descubrir que ocupar un lugar en el mundo de la civilización no era, como él pensaba, una cuestión de voluntad sino un proceso complejo en el que importaban muy poco sus esfuerzos por desligarse de aquella madre española pobre y decadente. Dice Said: «El orientalismo es un estilo occidental que pretende dominar, reestructurar y tener autoridad sobre Oriente» (p. 21). (Pp. 149-150) Sarmiento, en varios momentos, acusa a estos viajeros de tener una mirada ajena y superficial sobre España, una mirada que remueve en parte o completamente el elemento histórico, un tipo de viajero que «no detiene por lo jenerał su pensamiento ni sobre lo pasado ni sobre el porvenir de este país» (p. 153). El, en cambio, se propone evitar ese error y revisar las ideas esencialistas sobre España que circulaban en el romanticismo francés. Sobre el final, resulta evidente que la mirada del escritor argentino está mucho más cerca de la envenenada prosa madrileña de Larra que del paisajismo insustancial del francés Gautier.
Del regionalismo al realismo del siglo xix, de la Generación Decapitada al por antonomasia Grupo de Guayaquil, y, puede que especialmente, en la sucesión generacional que va del realismo social a ...Sicoseo, de los años ochenta a las tres primeras décadas del siglo xxi, se repite la visión de una urbe representada como mujer, destinada a ser cantada en masculino por un escritor o poeta enamorado que la describe. Y se había enamorado como de una hembra. ... Al final se devela el misterio: en el papel donde se la citó dice «Santiago», y, más abajo, «Guayaquil». Se desautomatiza con ello el nombre oficial de la ciudad, «Santiago de Guayaquil», al convertir al santo patrono en un hombre concreto, actualización contemporánea de la ciudad: «Comprendí que estaba viendo la cara pública de Santiago; y su cara marginal, simplemente por ausencia o por contraste, era angustiosa» (p. 59).
Desde el punto de vista social, el hecho de habernos integrado a Europa después de la Revolución colocó en estado de crisis a un país que seguía arraigado a demasiados rasgos arcaicos, y la rápida ...actualización que se impuso evidenció los profundos conflictos de la sociedad portuguesa. Yo formo parte de los escritores que hicieron literariamente visible ese cambio social e histórico, pero a partir de lo que constituye el escenario interior de los personajes; a partir de una mirada individual transfigurada. Sí, claro que enfrenté otras perspectivas, tales como la transformación de la familia y, dentro de ella, el papel de las mujeres; cómo ellas enfrentaron el cambio portugués, el cambio europeo y global. Mis personajes femeninos podrían ser consideradas contradictoriamente como perdedoras excelentes. En realidad, no es preciso que haya un final feliz porque la fabula trabaja sobre el oxímoron: al presentar un fracaso está reclamando, por oposición, un logro.