De clima semiárido y suelo complicado para cultivar, Aguascalientes, México, se convirtió hace 400 años en un sitio en América, cultivando la vid para la producción vinícola. Fruto aceptable dio a basto a europeos, criollos y mestizos asentados en la zona de prospección y explotación mineras. Con el tiempo, el cultivo de la uva se conservó, y a mediados del siglo pasado ,tuvo un importante repunte la producción vitivinícola industrial en consonancia con el cambio de vocación de la entidad y su región, que de la precariedad agrícola se pasó a la mecanización económica. Metodológicamente el trabajo es parte de un proyecto de largo aliento sobre patrimonio arquitectónico en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Primeros resultados: De ese auge se ha suscitado un nuevo gusto por encontrar en la producción de vinos una manera de posicionar al estado aguascalenten se como destino turístico-enológico donde las arquitecturas antigua y reciente, van estableciendo una atmósfera regional en torno a esa producción. Cascos de hacienda, nuevas bodegas y demás espacios productivos, son al mismo tiempo lugar es para la permanencia de quienes quieren apreciar los rudimentos de la manufactura del vino junto con su degustación en medio de ámbitos arquitectónicos procedentes de muchas épocas, inmersos en la campiña del valle de Aguascalientes. Lo anterior constituye espacios en que la practicidad de la industria vitivinícola, establece un ambiente tranquilo para un visitante a un territorio caracterizado por su accesibilidad y calma social, logrando esta renovación de la vid, el progreso y reafirmación de la identidad local.